miércoles, 5 de enero de 2011

Maybe all this is a question of how deep we are willing to go

Conocerle es aprender a ver, porque nada se le escapa: ni una sombra ni un rinconcito donde acaricia el sol, ni un día que se ha ido volando.
Vive todo y da belleza a lugares ignotos, a aquellos demasiado manidos, y a los insignificantes.
Descubre el rastro que nuestras costumbres han pisoteado y, sin artificios, reinventa los rincones del mundo que ya no visitamos. Dulce, previsor, se apropia de los lugares pidiendo perdón. Pero tras su paso nuestro universo no es el mismo. Ha pasado como una oscilación, con un ligero vaivén. Es una ligera curvatura de las cosas, que han arqueado la espalda ronroneando como un gato persa.
Aún teniendo la foto en mente se deja llevar por un hombro, un talón, un movimiento de cabeza, una mecha realzada. Aspira el aire del entorno, se deleita en él como con un vino fresco y ligero. Da color a todos los blancos y los negros. Está alerta. Claro, quien viva sabrá que no puede no haber nada; yo lo he visto, sí, con mis propios ojos. Pero hay truco, él es el único que sabe el secreto , lo ha guardado en su cajita mágica.
Sí, tiene toda la razón, depende completamente de la profundidad a la que estemos dispuestos a sumergirnos.

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